- 13 de marzo de 2023
- Coleccionando, Historia
El Origen del Coleccionismo
Mundo Antiguo
El coleccionismo es una actividad que se remonta a la antigüedad. El ser humano ha tenido la tendencia de acumular objetos que considera valiosos o interesantes, ya sea por su belleza, rareza, significado cultural o histórico. El hombre prehistórico seguramente almacenaría piedras o plantas que considerara interesantes, quizá por su atractivo visual, por misticismo o por interés médico.
Los orígenes del coleccionismo se pueden rastrear hasta las antiguas civilizaciones. Egipcios, griegos y romanos acumulaban objetos como joyas, monedas, cerámica y esculturas, quizá por afición o como muestra de ostentación. El rey asirio Asurbanipal (siglo VII AC) quiso recopilar todos los textos existentes en su imperio para guardarlos en su palacio. Los filósofos griegos contaban con colecciones de libros en sus instalaciones con el fin de mejorar sus enseñanzas.
Pero el almacenamiento de objetos en esos tiempos cuenta con un antecedente muy significativo: la famosa biblioteca de Alejandría. Fundada probablemente por Ptolomeo II Filadelfo estuvo dotada de una política y financiación cuyo principal objetivo era recopilar y compilar todo texto conocido. Se estima que estaba compuesta por casi medio millón de obras. ¿Obsesión cultural o demostración de poder? Quién sabe, aunque ambos aspectos convergen en el coleccionismo.
Edad Media
En tiempos medievales, los coleccionistas se centraban en objetos religiosos, como reliquias, manuscritos y pinturas. La búsqueda y conservación de reliquias y su acumulación está en el comienzo de muchas colecciones artísticas guardadas en iglesias por toda Europa. En España, un ejemplo notable sería la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo. Alguno de sus contenidos puede trazarse a ofrendas de los reyes Alfonso II, Alfonso III o Fruela II, pero el Arca Santa construida por Alfonso VI estaba destinada al coleccionismo de reliquias religiosas. En una inscripción se cuenta que en su interior estaría un trozo de pan de la Última Cena, una sandalia de San Pedro, un trozo del vestido de Jesús, un fragmento de la Santa Cruz y otro del Santo Sudario. No dejaba de ser una manera de recopilar la historia (auténtica o no, en eso ya no entramos), salvaguardarla y presumir de ella, tres rasgos comunes a muchos de los coleccionismos que conocemos.
El coleccionismo, en líneas generales, viene acompañado siempre por un deseo de lucirse delante de un público (rara vez el coleccionismo es algo íntimo y privado). Pero también se puede afirmar que el coleccionista tiene ambición de conocimiento y una curiosidad natural e innata al ser humano por el objeto de su coleccionismo.
El Coleccionismo Organizado
Durante el Renacimiento, el coleccionismo se convirtió en una actividad más organizada y sistemática. Los mecenas y coleccionistas, como los Medici en Italia, comenzaron a adquirir obras de arte y objetos antiguos con fines estéticos y culturales. Surgen de este modo lugares como la Galería Uffizi. Esta época también vio el surgimiento de los gabinetes de curiosidades, donde se coleccionaban objetos exóticos y curiosos, como conchas marinas, animales disecados y objetos de origen desconocido.
Entre los siglos XVI y XVIII, el coleccionismo se convirtió en una actividad de moda entre las clases adineradas de Europa y América. Los coleccionistas comenzaron a adquirir obras de arte y objetos antiguos no solo por su valor estético, sino también como símbolo de su riqueza y estatus social. De tal modo son los reyes, los nobles y la Iglesia quienes efectúan y compiten por estos objetos.
El Descubrimiento de América provocó una efervescencia en el interés por las culturas indígenas. Los regalos traídos por los conquistadores se convirtieron en objetos de coleccionismo, como el penacho de Moctezuma, actualmente en el Museo Etnológico de Viena. Este objeto fue regalado primero a Hernán Cortés, quien lo entregó al emperador Carlos I de España. Luego pasaría a manos francesas y finalmente austriacas en 1880.
La caída del Antiguo Régimen llevó a que muchas de estas colecciones fueran compradas o donadas a los Estados, de modo que de manos privadas surgen muchos museos actuales como el Prado, sin ir más lejos.
El Coleccionismo de lo Exótico
Durante el siglo XIX el coleccionismo se diversificó y se popularizó aún más. Los coleccionistas se interesaron por una amplia gama de objetos, desde libros antiguos y manuscritos hasta objetos de ciencias naturales y tecnología. Surge el interés por el bien común, el estudio de las colecciones y la sensación de que los objetos nos permiten transportarnos o viajar a otros mundos, de observar sitios lejanos sin ir hasta allí.
Encontramos colecciones de armas de otras civilizaciones, animales disecados de otros continentes, artefactos indígenas, ropajes exóticos nunca vistos en ese lugar… Todo forma parte de un deseo de enriquecimiento etnográfico del ser humano y que se traduce en la evolución de los gabinetes de curiosidades en exhibiciones y museos como forma común de exponer esos objetos y el conocimiento que de ellos se deduce. Las momias egipcias se convierte en objetos de culto entre la burguesía europea, que consideraba su presencia en sus casas como un adorno necesario más.
En esta época se mezcla el concepto de coleccionismo museístico con el de espectáculo de excentricidades. Podía haber una compilación de herramientas científicas, un conjunto de retratos de personas con deformidades físicas (como el que tenía el Archiduque de Austria, Fernando II) u otros objetos curiosos o artísticos. En el momento en el que se cobra una entrada por ver una colección, su objetivo se convierte en maximizar ese beneficio y no necesariamente difundir un conocimiento particular de la historia, geografía, costumbres o técnica.
La Explosión del Coleccionismo
El siglo XX trajo nuevos tipos de coleccionismo, como los objetos de consumo masivo y los recuerdos de viajes. Es un coleccionismo a menudo compulsivo y sin orden e intención particular: dispensadores Pez, juguetes de Playmobil, Lego o Kinder, mecheros, latas de cerveza… la lista puede ser interminable. El coleccionismo de monedas, si bien ha podido existir desde el comienzo de las mismas, tiene su origen más formal esencialmente en el siglo XIX y su eclosión en el siglo XX. El coleccionismo de billetes surge todavía más tarde.
Hoy en día, el coleccionismo sigue siendo una actividad popular en todo el mundo en sus numerosas vertientes. Los coleccionistas se centran en una amplia variedad de objetos, desde arte contemporáneo hasta objetos tecnológicos y deportivos. Además, hay una gran cantidad de ferias y exposiciones y un mercado amplio y dedicado para que los coleccionistas compren y vendan sus objetos. Los coleccionistas, hoy en día, se reúnen en foros o grupos de redes sociales para intercambiar opiniones y conocimientos.
¿Sigue siendo el coleccionismo algo inherente a la naturaleza humana? ¿Sigue enfocado en la búsqueda de conocimiento? ¿O es más por presumir? Yo creo que el coleccionismo no ha dejado de ser un impulso muy íntimo del ser humano (aunque está claro que hasta las urracas coleccionan) que nos lleva a intentar entender y hacernos partícipes del universo en el que vivimos, a la vez que nos permite hacernos sentir admirados y orgullosos por haber conseguido reunir esa colección.
Y tú, ¿por qué coleccionas?
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