De estafas y engaños

De estafas y engaños Jose Antonio Castellanos 10 de marzo de 2022
De estafas y engaños
Tiempo de lectura: 6 minutos

Un esquema Ponzi (en inglés, Ponzi scheme) es un tipo de estafa piramidal en la que los dividendos o beneficios de los primeros inversores se van alimentando de las cuotas de entrada de los nuevos inversores. No existe producto en sí ni venta, o al menos lo dispuesto no es coherente; es sólo un fraude. En el fondo es una simple ilusión de negocio que sigue “funcionando” mientras entren nuevos inversores con dinero fresco que alimente a los anteriores.

Orígenes de la estafa

El nombre de esta estafa proviene de Carlo Ponzi, un emigrante italiano que decidió en enero de 1920 montar una empresa para negociar con sellos de respuesta internacional, que le permitirían obtener beneficios. En pocas palabras, compraría los sellos en Italia (más baratos por la Primera Guerra Mundial) para intercambiarlos por sellos de Estados Unidos de mayor valor.

Como no tenía dinero decidió montar una empresa para obtener financiación del público, ofreciendo unos intereses de locura: 50% a 45 días o 100% a 90 días. Como puede imaginarse, comparado con el 5% de interés anual de un banco, la gente, enardecida, se volcó en invertir sus ahorros en la empresa de Ponzi. 

Los primeros participantes recibieron los intereses prometidos, revelando el negocio como muy fructífero. Tal fue la cosa que, en enero, Ponzi consiguió apenas 1.800 dólares, pero para junio ya superaba los 2’5 millones. En julio obtenía un millón de dólares por semana y a finales de ese mes, se encaminaba a dicha cantidad pero al día. Una locura.

Ponzi

Ponzi no tenía interés en ejecutar el plan con los sellos de respuesta internacional. Enseguida se dio cuenta que sólo para la inversión inicial de 1800 dólares, hubiera necesitado una cantidad brutal de cupones (bastante superior a la cantidad de sellos en circulación) para poder cumplir con los beneficios prometidos. Para los siguientes inversores, la cantidad de cupones hubiera tenido que ser descomunal, sencillamente irrealizable. 

A finales de julio una serie de artículos en el Boston Post empezaron a destapar la estafa piramidal. Por no perdernos en detalles, Ponzi fue arrestado y acabó siendo condenado (varias veces) por su fraude. El resto de su historia es también digna de contar e incluso daría para un magnífico guion de cine.

Baldomera Larra
La primera estafadora

Habiendo contado esto, volvemos a España. Este esquema de estafa piramidal no era nuevo, pese a que la historia de Ponzi le dio gran notoriedad. Baldomera Larra, la hija del escritor Mariano José de Larra, es considerada la primera en este tipo de estafas. Tras haberse quedado a dos velas por la huida de su marido, Baldomera decidió en la década de 1860 fundar una caja de imposiciones que ofrecía pagar un 20-30% mensual. Como no podía ser de otra manera, esos beneficios provenían del dinero de los nuevos impositores. Vamos, una estafa piramidal de libro.

Habiendo recaudado casi 20 millones de reales de más de 5000 personas, llegó un momento, a finales de 1876, en el que Baldomera desapareció con todo el dinero y se fue a Francia donde vivió un par de años con otra identidad (Madame Varela). 

Finalmente detenida, extraditada y juzgada, fue declarada culpable y condenada a seis años de prisión en mayo de 1880. Pero no pasó mucho tiempo encarcelada ya que su recurso al Tribunal Supremo llevó a la anulación de la sentencia. El Tribunal Supremo dictaminó que los actos ejecutados por Doña Baldomera Larra no constituían delito al no contar con autorización de su marido para poder ejecutar contratos. Alucinante.

En tiempos más modernos, podemos pensar en la estafa de Fórum Filatélico-Afinsa, con el mismo esquema y, casualmente, también con sellos de por medio.

Ferrocarril del siglo XIX
El pufo del ferrocarril

Sin embargo, no tenemos que pensar en estafas de este estilo, puramente financieras, como las únicas o las primeras. En la historia económica española encontramos otra serie de ellas que son dignas de mención. Nos referimos al fiasco de las primeras empresas de ferrocarril. La llegada de los grupos inversores extranjeros en 1856 y la creación de las primeras sociedades de crédito, se enfocaron fundamentalmente en la construcción de vías férreas. La euforia mercantil que acompañó a esos años llevó a la creación de gran cantidad de sociedades similares. Lo que ocurrió en esencia, en muchas partes, es que se creó una burbuja especulativa alrededor del ferrocarril.

Todo se basaba en la existencia de tres tipos de empresas ferroviarias: concesionaria, constructora y operadora. Cuando unos promotores obtenían la concesión para construir el ferrocarril, ellos mismos la vendían a la sociedad de crédito de la que eran socios. La sociedad de crédito se ponía a construir, sin reparar en gastos (a través de otras empresas, claro). Y, en paralelo, se pregonaba por todas partes que el ferrocarril era un negocio maravilloso que llevaría la prosperidad a todas partes y que sería enormemente rentable. Se emitían obligaciones por parte de sociedades de crédito y empresas de ferrocarril, para recaudar dinero con el que afrontar los gastos (constructores, sociedades de crédito y promotor). La euforia atraía a los inversores, bajo falsas promesas de beneficios fáciles y elevados. ¿Nos va sonando ya la idea?

Las obligaciones tóxicas del ferrocarril

La realidad operativa de esos trenes fue que no rendían dinero suficiente siquiera para cubrir costes (según el esquema Ponzi, no había sellos en el mundo para lograr los beneficios prometidos). ¿Resultado? No se podían pagar los intereses de las obligaciones (qué decir de amortizarlas) y se desinfló la burbuja especulativa. El pánico inversor se trasladó, como es natural, al sistema bancario. A fin de cuentas, muchas carteras de estas sociedades de crédito y algunos bancos provinciales estaban llenas de obligaciones “tóxicas” de los ferrocarriles que no podían realizar ni con grandes pérdidas.

Cabe diferenciar aquí que la intención, a priori, era honrada, si bien durante la construcción a veces se sabía que los costes iban a ser muy superiores y la operación ruinosa. No sería una estafa piramidal en sí. La línea entre operación decente y estafa se iba diluyendo. Vale que había un producto real (el ferrocarril) que tenía unas perspectivas exageradas, pero la idea detrás de todo este embrollo que hubo (mucho más complejo de lo que hemos narrado) y de otros similares, no dejaba de ser la de un vendehúmos que engatusa a unos cuantos para sacarles el dinero.

Obligación de Crédito Castellano
El ejemplo de Crédito Castellano

Un caso muy claro de esta imbricada red de problemas potenciales lo encontramos en Crédito Castellano. Esta sociedad de crédito vallisoletana intentó comprar el Ferrocarril de Isabel II con intención de operarlo. La compra se anuló por Real Orden, pero Crédito Castellano entonces decidió financiar la terminación del proyecto desde Alar del Rey a Santander. A cambio obtendría como pago acciones y obligaciones de la empresa ferroviaria, lo que le serviría igualmente para controlarla, que era el objetivo inicial. Pero el Ferrocarril de Isabel II prefería poner sus obligaciones en el mercado, donde les sacaba mejor rendimiento, con lo cual no pagaba a tiempo a Crédito Castellano. Pese a todo, y a que los ingresos del ferrocarril eran pingües, Crédito Castellano decidió terminar la obra a sus propias expensas.

¿Qué pasó? Que cuando el Ferrocarril de Isabel II suspendió pagos (no era económicamente viable), Crédito Castellano comenzó a tener problemas de liquidez. Sus obligaciones ya no eran aceptadas y tuvo que declararse en quiebra, sin terminar las obras del ferrocarril.

Conclusiones

La ética financiera de la España de 1850-1870 es realmente algo digno de estudio en profundidad, pues tantas cosas pasaron que ahora nos chocarían (y eso que parece que estamos curados de espanto). Sin ir más lejos, los Ministros de Hacienda eran los principales acreedores del Estado y actuaban abiertamente en su propio favor y beneficio. Es cierto que el trasfondo de esas operaciones irregulares relacionadas con las empresas financieras de mediados del siglo XIX era algo más tangible (ferrocarril, viviendas, puertos, almacenes). Pero en muchos casos se recurría a la emisión de papel moneda u obligaciones meramente para poder mantener viva la ilusión ficticia de que un negocio iba hacia donde debía, ingresando dinero con el que dar de comer a los accionistas y seguir sobreviviendo, lo cual no deja de ser simplemente un fraude, no necesariamente una estafa piramidal, pero que se le parece.

Como vemos, el oportunismo vestido de negocio siempre ha estado presente en la vida allá donde el dinero fluye o pretende fluir con demasiada facilidad.

Bibliografía:

  • Wikipedia
  • La Correspondencia de España [29 de mayo de 1880]
  • La Correspondencia de España [2 de febrero de 1881]
  • La Vanguardia [14 de febrero de 2021]
  • Enciclopedia de la Notafilia y Escripofilia Española, Volumen 1, Tomo I